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¿Tu compañero siempre te 'mete el pie'? Podría tener Síndrome de Procusto


Esta padecimiento está vinculado con un sentimiento de envidia y de frustración, al no poder alcanzar las metas propias.



¿Qué es el Síndrome de Procusto?


Según un estudio publicado por la Universidad de Cracovia, el Síndrome de Procusto implica la comparación de uno mismo con lo que los otros realizan y el éxito que consiguen con ello. Por este motivo, el síndrome se vincula directamente con un sentimiento de envidia y de frustración, al no poder alcanzar las metas propias. El Síndrome de Procusto afecta no sólo a quien lo vive, sino también a aquellos que lo rodean Quien lo padece no logra avanzar con sus metas, pero tampoco permite que los otros lo hagan. En ambientes laborales, incluso puede intentar deshacerse de aquellos que consideran su competencia.


¿Cómo detectar a una persona que padece Síndrome de Procusto?

El síndrome se explica por un miedo a ser superado por el otro y se relaciona estrechamente con inseguridades personales. Quienes lo padecen: Permanecen a la defensiva: Al sentirse con menos capacidades, ven en el éxito de los otros una seria amenaza a sus actividades. Rechazan los cambios: La llegada de nuevas personas o la renovación de procesos de trabajo suele implicar nuevos ritmos, que suelen oponerse al cansancio y falta de motivación de aquellos que viven con Síndrome de Procusto. Se sienten inferiores: A menudo, este tipo de personas suelen pensar que las ideas de los otros opacarán sus propias tareas. Es por ello que tienden a considerar que sus ideas son las únicas válidas o correctas. Acaparan tareas: Con el fin de que los otros no se luzcan con su trabajo, estos sujetos prefieren hacerlo todo por su cuenta, lo que resulta en una competitividad poco sana.

¿Por qué se llama Síndrome de Procusto?

De acuerdo con la mitología griega, Procusto fue hijo de Poseidón. Era un hombre solitario que brindaba posada a los viajeros. Sin embargo, en el momento en que estos se quedaban dormidos, Procusto procedía a torturarlos y amputarles sus extremidades.


¿Cómo solucionar el Síndrome de Procusto?

Los especialistas indican que se requiere terapia psicológica con el fin de atender aquellas inseguridades que, en algunas ocasiones, pueden haber tenido su origen en la niñez. Quienes no se alegran por el éxito de los otros podrían haber experimentado falta de reconocimiento durante algún episodio importante en su vida. ehh

3 cuentos sobre la envidia

1. El primero de los cuentos sobre la envidia: el pavo real


Este era un pavo real que era profundamente admirado por los demás animales. Ni bien salía el sol cuando él comenzaba a pasearse por los campos, orgulloso de su plumaje. Todos estaban siempre a la expectativa del momento en el que extendiera su cola y dejara ver toda esa belleza que llevaba encima.


Dice el cuento envidioso que un día llegaron unos búhos forasteros a aquel lugar. Todos los recibieron muy amablemente. El grupo de búhos se quedó conversando hasta bien entrada la noche. A uno de ellos se le ocurrió comentar que cerca de allí había un hermoso faisán dorado y que jamás había visto un ave tan bella. Los demás estuvieron de acuerdo.


El pavo, que estaba escuchando la conversación, no podía creerlo. Seguro tenía varios defectos que los demás no habían visto. A la mañana siguiente partió a buscar al tal faisán, porque quería verlo con sus propios ojos. Se perdió en el bosque y nunca más se supo del pavo real.

Moraleja del primero de los cuentos sobre la envidia: quien siente envidia, piensa que el mérito de los demás rebaja el de ellos.



2. Otro de los cuentos sobre la envidia: ¿quién es peor?

El segundo de los cuentos sobre la envidia nos dice que había un lejano país en donde el rey quiso saber si era peor la envidia o la tacañería. Para averiguar la respuesta a este interrogante mandó llamar al hombre más envidioso y al más tacaño de todo el reino. Cuando los tuvo al frente les dijo: “Cada uno de ustedes, pida lo que quiera. Pero le daré el doble al otro”.

El tacaño se sintió muy incómodo. Al pedir algo, también estaría dando algo. Al envidioso le pasó algo similar. El tacaño dijo entonces que no deseaba nada. Si no le daban nada a él, tampoco le darían al otro. Llegó el turno del envidioso y este dijo: “deseo que me saquen un ojo”.

Moraleja del segundo de los cuentos sobre la envidia: una persona envidiosa está dispuesta a sufrir, si con ello logra que el otro sufra más.


3. La historia de los cangrejos

Había un pescador vendiendo cangrejos cerca de la playa. Tenía dos baldes en donde reposaban los animales. Sin embargo, uno de los baldes estaba tapado, mientras que el otro no. Nadie reparó en ese detalle, hasta que una mujer se acercó para ver la mercancía y sintió curiosidad por la diferencia. Pensó que quizás los animales eran de distinta calidad. Entonces le preguntó al pescador sobre el porqué de esa situación.

El vendedor le señaló el cubo de los cangrejos que estaba con tapa. “Estos son cangrejos japoneses”, le dijo. Y señalando hacia el otro balde, añadió: “Y estos son cangrejos nacionales”. La mujer no entendía. ¿Qué tenía que ver la procedencia con el hecho de que un balde estuviera tapado y el otro no?

El pescador, que notó la confusión, se dispuso a explicarlo. “Verá, los cangrejos japoneses se escapan fácilmente. Cuando uno de ellos trata de salir, los demás forman una cadena y le ayudan, hasta que consigue huir. Por eso es necesario ponerle una tapa al balde. En cambio, los cangrejos nacionales, en cuanto ven que alguno trata de escapar, lo agarran y lo retienen para que no lo consiga”.

Moraleja del tercero de los cuentos sobre la envidia: Alguien envidioso prefiere no lograr nada, con tal de que los demás no lo logren tampoco.


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